"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
La visión que tiene el público global sobre el tema de dopaje es de trampa y drogas, principalmente. En lo primero estoy de acuerdo: el dopaje es una trampa. Se trata, a grandes rasgos, de conseguir un objetivo superior al que nuestro cuerpo y nuestro entrenamiento nos permiten. Pero más que con trampa, la palabra dopaje ha de ser relacionada con fraude. Por trampa deportiva puedo entender un hecho inmediato; es decir, un penalti simulado, un gol con la mano, un intento de salida nula, un atajo en una carrera, etc. Son hechos juzgados por un árbitro al instante y, gracias a la tecnología, incluso rearbitrados. Esto retrata al deportista que lo comete como tramposo para lograr el éxito en una acción puntual en un determinado momento, contemplable a simple vista por el público, en ocasiones sin premeditación y con sanciones regladas en el propio deporte. En numerosas ocasiones, el propio deportista se retrata. El dopaje es un escalón superior: no se está dopado un instante o un segundo, se está dopado a lo largo de una competición entera o a lo largo de un período de entrenamiento de semanas, meses, años… El dopaje adultera una competición desde antes de la salida o pitido inicial.
Ante el hecho de que un deportista no hace una trampa, sino que accede al nivel de fraude, la visión del deportista fraudulento ha de ser asociada con elementos legales del derecho civil o penal como el robo, la extorsión, el tráfico de influencias o el cohecho. Un deportista dopado que logra una victoria o éxito está vulnerando los derechos de los otros competidores, ganando para sí los momentos, los podios, la gloria y, lo más importante a la hora de cometer este fraude, el dinero. El dinero es, en el alto rendimiento, el que lleva al dopaje. Todos queremos ganar más dinero, algunos de forma lícita, otros no. Ante esto, mi visión del dopaje es antropológica: un porcentaje de la población comete delitos, pues lo mismo ocurre en el deporte, la política o la economía. Son fraudes y han de verse moralmente desde un mismo punto de vista.
Por otro lado, nos llenan los oídos hablando del dopaje como riesgo para la salud de los deportistas, pero nadie habla del riesgo de correr 250 kilómetros a la semana en un maratoniano o de levantar cargas más propias de bestias en el gimnasio, de tener unos niveles de grasa corporales de enfermo, etc. El deporte de alto rendimiento no es extremadamente perjudicial para la salud, pero deja secuelas físicas. Las sustancias dopantes son en su inmensa mayoría medicamentos creados para una determinada enfermedad. Los deportistas que las consumen estarán (quiero creer) supervisados por un médico, que no querrá que un cliente sufra algún tipo de patología o incluso la muerte por culpa de su trabajo (remarco la palabra cliente ya que entiendo que aunque el médico proponga, es el deportista quien dispone). Si un deportista se autoprescribe sustancias prohibidas, aparte de fraude puede llegar a perder el control de la situación y entonces sí jugar con su vida.
Al enfocar el tema salud y dopaje hay otro ámbito donde sí es aplicable. Hablo del uso de sustancias calificadas como dopaje y destinadas al culto al cuerpo. Vivimos en la sociedad del culto al cuerpo. Males como la anorexia, entendidos como enfermedad mental [trastorno de conducta alimentaria], son hoy día comprendidos y tratados. Puede ser que la visión que se necesite del uso de estas sustancias por víctimas del culto al cuerpo sea similar. El uso de sustancias prohibidas cuyo único objetivo es conseguir ponerse más fuerte, más grande, más definido, intenta saltarse los pasos intermedios de un desarrollo físico bello, solo por mirarse al espejo o ser vistos, pero evitando parte del sufrimiento del entrenamiento. El problema ocurre al superar el límite normal de cada persona. Todos tenemos un límite sano de estado de forma o crecimiento muscular. A partir de ahí, nuestro cuerpo está trabajando por encima de sus posibilidades. A esto también hay que añadir que la gente que recurre a dichos métodos está supervisado por otros consumidores o por gente sin estudios, lo cual puede llevar a riesgos físicos.
A la hora de tratar el dopaje hay que diferenciar entre fraude y enfermedad mental. Fraude por la consecución de algo que no merezco, a costa de otros. Enfermedad mental al recurrir a sustancias prohibidas (generalmente conseguidas de manera ilegal) cuyo único objetivo es verme frente a un espejo. Los primeros cometen fraude; los segundos están enfermos.
* Ángel David Rodríguez es campeón y ‘recordman’ español de los 100 metros lisos.
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal